viernes, 31 de mayo de 2019

Los cerdos del Carnaval de Madrid (1898)


Cerdo patriótico americano y Tío Sam metiendo mano en el correo español: “Ya se atreve este tío a meter la mano en la boca del león… Pero es para robar cartas" (detalle de portada de Gedeón, 17 de febrero, 1898).


Cuando sucedió la explosión del Maine, el 15 de febrero de 1898, los madrileños estaban preparando la cabalgata que había organizado ese año el conde de Romanones para las fiestas de Carnaval con el ánimo de distraer la tensión política acumulada por la Guerra de Cuba y las crecientes injerencias norteamericanas.

El Ayuntamiento había publicado un programa con las carrozas que iban a participar,1 como la Bacanal, las Vestales, la cesta de niñas-flor, el palanquín de la reina y otras muchas, entre las que había una de carácter cómico, con cerdos vivos, por iniciativa del popular semanario satírico Gedeón  
que estaba siempre a la que salta 2 representando una caricatura del Gobierno ante las exigencias norteamericanas en el reciente conflicto diplomático del caso Dupuy de Lome, que era la comidilla de turno.


Sorpresa e indignación ante la carta de Dupuy de Lome a Canalejas



Enrique Dupuy de Lome, embajador de España en Washington, había escrito una carta personal a José Canalejas durante su estancia en La Habana con algunos comentarios despectivos sobre McKinley politicastro, hombre inhábil, de doblez manifiesta, etc., que fue robada por un rebelde cubano y entregada al grupo Hearst de prensa, que enseguida la publicó en el New York Journal 3 como “El peor insulto en la historia a los Estados Unidos,” con el conocimiento previo del Gobierno americano, que inmediatamente exigió al español una reparación mediante una nota —en términos muy corteses y amistosos a través de su embajador en Madrid, el general Stewart L. Woodford, en la que lamentaba que el Gobierno español no hubiera expresado  ya su sentimiento por semejantes ataques al jefe del Gobierno de una nación amiga, más aún cuando McKinley no había dado motivo alguno para tales agravios,  y suplicaba al gobierno español que dijera si se hacía o no solidario de las ideas de Dupuy y si estaba dispuesto a garantizar la seriedad y buena fe de todos los actos que atañen a las relaciones con Estados Unidos.4  


El Gobierno, en consejo de ministros, aceptó la dimisión de Dupuy de Lome, aunque con una fórmula de cierto tono reprensivo en la que se suprimió el habitual  estribillo final de «quedar satisfecho del celo, inteligencia, etc., etc.,» y contestó a los americanos en términos parecidos a los de la nota de Woodford, diciendo que el mero hecho de haber admitido en el acto la dimisión del embajador era muestra inequívoca de los sentimientos del Gobierno español al respecto, y que no juzgaba necesario debatir sobre un asunto privado una carta particular y no un documento oficial que no debía haber sido motivo para el envío de la nota que se contestaba, por lo que «en modo alguno se hacia solidario de los conceptos contenidos en la carta, considerando rectas y leales las intenciones del Presidente McKinley, jefe del Gobierno de una nación amiga4:


Dadas las circunstancias, o sea, el cariz que iba tomando el bordereau 5 de Dupuy, el conde de Romanones prohibió que figurase en la cabalgata de Carnaval la carroza con cerdos que estaba preparando Gedeón, así como cualquier máscara o comparsa «alusiva a la política nacional o extranjera, por considerar estas bromas impropias de la cultura del pueblo de Madrid6


Carroza del semanario Gedeón para el Carnaval de Madrid de 1898. Un cerdo patriótico americano en una tribuna, bajo un dosel rematado por otro que extiende sus alas sobre la Tierra, llama al orden a un grupo de cerdos sentados en sillones (detalle de caricatura, Gedeón, 24 de febrero, 1898).



Gedeón, por su parte, en un artículo titulado «El cerdo sensible,»7 sobre la susceptibilidad y suspicacia del gobierno americano, decía que tal clase de cerdo era una novedad que había llegado «… de los Estados Unidos, el país de las casas de veinte pisos y de la desvergüenza con veintiocho y buhardilla...» y que aunque ya «...conocíamos el cerdo triste y el cerdo alegre, el cerdo amaestrado y el cerdo con triquina /.../ este poético cerdo inocente y sensible como la tórtola era especie cuyo descubrimiento estaba reservado a la mal parada diplomacia española.

Don Práxedes titubea, Gullón duda, Moret está indeciso y nadie acierta a desagraviar al cerdo susceptible sin incurrir en la majadería de echar margaritas a puercos.

En Dinamarca había algo que olía a podrido. ¡Feliz Dinamarca! Aquí no es algo, es todo absolutamente lo que exhala un olor a pocilga imposible de soportar...»

A su vez, El Imparcial, en un editorial titulado «Ante la conciencia nacional8 comentaba que «… El ministerio Sagasta, al adoptar el sistema de mansedumbre, a toda costa puesto en práctica por la pasada situación canovista, va divorciándose del alma de la nación /.../ ¿Qué se habría perdido con dejar sin contestación la nota de Mr. Woodford, o con manifestar lacónicamente que, dada la índole de la cuestión, el gobierno español había revelado con sus actos cuanto necesitaba expresar? /.../ Es el colmo de la debilidad de ánimo figurarse que vamos a desarmar a los ‘yankees’ a fuerza de paciencia. Nada ganaremos con ello y perderemos en cambio la estimación que a Ios demás pueblos ha merecido el español como pueblo digno y valiente /.../ Parafraseando las espartanas inolvidables palabras de Méndez Núñez en el Callao, cabe decir que España quiere más honra sin Cuba, que Cuba sin honra /.../ Ni la grande Antilla, ni cien Antillas más valen tan enorme sacrificio..

Junto a este editorial, aparecía un divertido artículo de Mariano de Cavia —«Cerdolización»2 sobre el estado de la política nacional, a propósito del caso Dupuy y de la carroza de Gedeón, que comenzaba recreando la invención de esa palabra por el «agudo y noble ingenio» de José Castro y Serrano, que en un breve ensayo con motivo de la Exposición de París de 1887, titulado «Los Cerdos»9, había escrito:

«… Las palabras ‘intoxicación’, ‘saturación’, ‘difusión’ y cuantas se han inventado para expresar la idea de la amalgama más completa y sutil entre dos cuerpos, no serían tan elocuentes y precisas como habría de serlo la que nosotros introdujéramos en el Diccionario de la Lengua (si perteneciéramos a la sabia corporación que lo redacta) bajo el epíteto de ‘cerdolización’ /.../ El hombre, en efecto, y el español sobre todo, se ‘encerdoliza’ desde primeros de Septiembre hasta fines de Mayo, ni más ni menos que desde esta época en adelante se satura de azufre, hierro o magnesia en los establecimientos de aguas minerales

Y con dominio de la sátira política, Mariano de Cavia añadía que «… el anuncio de la humorada gedeónica ha debido de repercutir en Porcópolis, y la alarma ha cundido entre las autoridades de Madrid; y las esferas políticas y diplomáticas han temblado ante este conato de cerdosa aventura, y la carroza de los cerdos no figurará en la cabalgata del domingo de Carnaval /.../ Cierto es que el vulgo ha dado hoy en tomar al cerdo como emblema viviente de aquella parte de la política extranjera que más directa e inmediatamente nos trae a mal traer, pero la susceptibilidad ‘yankee’ —si a tales minucias descendiera el excelso mister Woodford— no encontraría el menor motivo de molestia en la carroza triunfal de Gedeón, si los sobrinos del tío Sam se fijasen en que hoy por hoy, con no hacer otra cosa que cerdear ¿que hacemos sino rendirles el más cariñoso y expresivo de los homenajes?


Duélale a quien le doliere, la política nacional se halla en plena ‘cerdolización’.

Quizás era eso lo que se proponían demostrar los cerdos simbólicos con que el festivo Gedeón iba a presentarse en público el domingo que viene. Quizás era ese ‘el problema que entrañaban’.

Si esta interpretación es la exacta, si efectivamente se intentaba señalar la ‘cerdolización’ casera, víctima de la forastera, todavía me parece más extraño que se haya prohibido lo que no era más que una representación humorística de lo que todo el mundo piensa en serio y dice en alta voz:

—Estamos archiencerdolizados. ¿Quién nos desarchiencerdolizará? El desarchiencerdolizador que nos desarchiencerdolizare, buen desarchiencerdolizador será

El Correo Militar, cuando dio la noticia de la prohibición de Gedeón, añadía que en el foyer del Teatro Real se había puesto un letrero que prohibía el paso a las jamonas, con el consiguiente desconsuelo de varias marquesas 10




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3.- The World of 1898: The Spanish-American War. Enrique Dupuy de Lôme, 1851-1904. Library of Congress. Hispanic Division. http://www.loc.gov/rr/hispanic/1898/dupuy.html#top (consultado el 26/05/2019).

4.- Fernando Soldevilla, Año político (1898). Segunda Edición. Madrid: Imprenta de Enrique Fernández de Rojas; 1899. Págs. 40 y 47.





10.- Cintarazos. El Correo militar, 16/2/1898. Pág. 1, col. 2.

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