«Cuando Florida se incorporó a los Estados Unidos de América en 1845, “era una tierra despoblada, a menudo impenetrable e interminable”, con 57.951 residentes. En la primera bandera del estado se decía “Let Us Alone” [dejarnos solos]. Se supuso que adquirir categoría de estado llevaría colonos. Pero con el Oeste seduciendo aún a los aventureros, Florida se vendía mal, sobre todo después de enero de 1848, cuando los mineros de California encontraron oro en el Río de los Americanos, en Coloma, cerca de Sacramento. En 1860 la población de Florida sólo alcanzó los 140.423 habitantes: 77.746 blancos, 61.745 esclavos y 932 negros libres. La mayoría se concentraba en una estrecha franja en el borde norte del estado». (Barnett, 2007; p. 13. Traducción libre, AFM)
«Esta franja norte de Florida era entonces tierra virgen, con densos bosques oscuros y salvajes. Las tierras altas y las planicies costeras estaban dominadas por bosques de pinos de hoja larga; espesas hamacas [rodales] de árboles de hoja caduca, con viejos robles, hayas y magnolios centenarios esparcidos en las cuencas de los ríos. Osos negros y panteras allanaban la punzante hojarasca de los pinares, formando senderos entre palmas enanas. En los días soleados, era tal la cantidad de caimanes que salían de los ríos para secarse y dormir que los bancales parecían cubiertos de granito». (Ibid, 14. Tr. lb.)
Bancal de caimanes en Florida. (Lee Dalton, 2017)
«La región estaba definida, más que nada, por el agua. En aquellos días, antes de construirse el Canal Intracostero, los marjales de agua salada se extendían kilómetros tierra adentro de las costas del Atlántico y del Golfo de México. En el interior, tres grandes y poderosos ríos recorren el estado —el St. Johns en el este, el Suwannee en el centro y el Apalachicola en el oeste— fluyendo por entre miles de hectáreas de pantanos de cipreses calvos y lagos de todos los tamaños imaginables. A lo largo de sus aguas brotan cientos de manantiales de agua azul glaciar de las profundidades del subsuelo, señal del constante y enérgico flujo de agua a través de los canales subterráneos del núcleo calizo de Florida». (Ibid, 14. Tr. lb.)
Blue Hole Ichetucknee, Ichetucknee Springs State Park, Florida. (Phil, 2016)
Everglades National Park. (Jupiterimages, 2018)
«De hecho, hasta finales del siglo XIX, la mayor parte del sur de Florida era una vasta extensión de pantanos interconectados que cubrían 3,6 millones de hectáreas y se extendía desde los lagos y marjales al sur de lo que hoy es el área de Orlando hasta la misma punta del estado. En esta región, además, un misterioso pantano fluye unos cientos de kilómetros desde el lago Okeechobee hasta la bahía de Florida. Un mapa de EEUU de 1846 la llamó “Path-Hay-O-Kee or Grass Water, known as The Everglades”. Este pantano era una jungla de vida salvaje —el único sitio del mundo que tiene tanto cocodrilos como caimanes— y se ha convertido en el último gran santuario del levante norteamericano para garzas y garcillas, amenazadas de extinción durante la Gilded Age [la Edad Dorada de EEUU], debido a la moda de decorar los sombreros con plumas. Durante la temporada de anidación, el extremo sur del pantano tenía tal espesura de aves de pluma que parecía como “una nube blanca, una nube en constante movimiento». (Ibid, 15. Tr. lb.)
«Uno de los grandes espectáculos de América es el que se puede ver en Florida, con el sinfín de aves zancudas que acuden a la multitud de pececillos que quedan atrapados en los manglares durante la bajamar. Primero aparecen unas cuantas —quizá varias garcillas, algún ibis, alguna espátula y unas cuantas cigüeñas— y en un momento dado, verdaderas bandadas en remolinos, salpicadas de colores, hasta que el manglar se cubre de blanco como si fuera nieve, y las pozas de agua amarronada por los pececillos se alumbran entonces de azules, rosas, rojos y púrpuras vivientes, en movimiento. Es como un verdadero cuento de hadas, pero de pájaros». (Levin, 2004; p. 54. Tr. lb.)
«Uno de los grandes espectáculos de América es el que se puede ver en Florida, con el sinfín de aves zancudas que acuden a la multitud de pececillos que quedan atrapados en los manglares durante la bajamar. Primero aparecen unas cuantas —quizá varias garcillas, algún ibis, alguna espátula y unas cuantas cigüeñas— y en un momento dado, verdaderas bandadas en remolinos, salpicadas de colores, hasta que el manglar se cubre de blanco como si fuera nieve, y las pozas de agua amarronada por los pececillos se alumbran entonces de azules, rosas, rojos y púrpuras vivientes, en movimiento. Es como un verdadero cuento de hadas, pero de pájaros». (Levin, 2004; p. 54. Tr. lb.)
Grass River. Shark River Slough. Everglades National Park, Florida. (Q.T. Luong, 2013)
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