sábado, 19 de febrero de 2011

La fuente de Cajal en el Retiro


Fuente de Cajal del Parque del Retiro (Foto: AFM, 2007).


Esta es la fuente de Cajal en el Retiro, patrocinada por suscripción popular con motivo de su jubilación como catedrático, cuando cumplió los setenta años. Recostado en un lecho, sobre un pedestal en medio del estanque, yace el sabio con el torso desnudo, tan excelente como un toro asirio. Lo protege Minerva, diosa de la sabiduría y de las mil obras, sin armas ya ni égida, junto a su fasces, con una corona en la mano. Y cerrando el fondo, sendos muros con relieves alegóricos,  Fons Vitae y Fons Mortis, cada cual con su caño.

El monumento es obra de Victorio Macho y fue inaugurado en 1926, aunque uno de los relieves y la cabeza de Cajal fueron presentados el año anterior en el Salón de Artistas Ibéricos, cuyo manifiesto firmó con Lorca, Falla, Vázquez Díaz y trece más, proclamando el cultivo de la sensibilidad y del espíritu. Este grupo de ibéricos renovó el arte español en los años 20,  siendo el germen de la avant-garde en nuestro país. Victorio Macho, el selvático, según lo apodaron en la Escuela de San Fernando, fue durante décadas el paladín de la veta brava de la escultura española.

La fuente de Cajal es una de las primeras obras maduras en la producción de Victorio Macho, entre el vanguardismo modernista y el art-déco, con suaves curvas, simetrías y motivos del mundo mediterráneo antiguo; y una clara muestra del nacionalismo que fundó este escultor, de tonos épicos a la española, con cierto sentimiento religioso. Así, el bajorrelieve de Fons Mortis, en la fuente de Cajal, no es más que una Pietá hispana, ya lo dijo Margarita Nelken, como esa Virgen de las Angustias que contempla la muerte cara a cara, acompañada por la imagen del sabio, inmóvil y sereno, en silencio.

El agua es un elemento alegórico esencial en este monumento de Cajal. Las aguas de su doble fuente mantienen un continuo diálogo según brotan, ensalzando con su rumor la figura y la obra del héroe científico. Fons Vitae nos habla aquí del conocimiento que nace de la ciencia y de los frutos que ésta da con el esfuerzo perseverante; y Fons Mortis de la  trascendencia del trabajo científico y de la inmortalidad con que la ciencia premia a sus héroes, que al morir permanecen en eterna juventud.

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